La formulación de objetivos es una tarea fundamental dentro del proceso de enseñanza-
aprendizaje, pudiéndose distinguir entre objetivos generales y unos más específicos. Dichos
objetivos deben estar bien delimitados y darse a conocer a los alumnos. Los objetivos se
necesitan como metas en el aprendizaje. Cuando las metas son demasiado remotas, hay una
tendencia a no hacer el trabajo, en la creencia de que podrá hacerse más tarde; si las metas no
están claramente definidas, el resultado puede ser la apatía y la inactividad.
El logro de una serie de objetivos es la causa principal por la que se planifica la enseñanza.
Ahora bien, esos objetivos deben estar definidos de manera precisa para que sean de utilidad a
la hora de llevar a cabo la planificación. Los objetivos deben definirse comenzando por aquellos
más generales, y a partir de estos objetivos más genéricos ir descendiendo de una forma
coherente hacia metas más concretas. Este proceso requiere coherencia y compatibilidad entre
objetivos.
La identificación de los propósitos que se persiguen en el curso que dará comienzo, es el primer
paso para precisar los objetivos que se quieren conseguir. Los propósitos describen lo que se
espera de los alumnos después de la enseñanza.
Este establecimiento de objetivos debe tener en cuenta la situación de partida y el entorno en
que se va a desarrollar la actividad docente, y se deben establecer previo a la programación de
la enseñanza. El conocimiento preciso de la situación de partida constituye una primera etapa
de la planificación. La realización de una prueba al comienzo de curso permite identificar el nivel
de conocimiento de una clase concreta y las deficiencias en su formación. La adecuada
formulación de los objetivos, de las metas que se intentan lograr, facilitan la programación
docente. A la hora de planificar la enseñanza, la mejor forma de hacerlo es comenzar por los
resultados que se pretenden conseguir, para de ahí, ir descendiendo a niveles inferiores.La formulación de objetivos es una tarea fundamental dentro del proceso de enseñanza-
aprendizaje, pudiéndose distinguir entre objetivos generales y unos más específicos. Dichos
objetivos deben estar bien delimitados y darse a conocer a los alumnos. Los objetivos se
necesitan como metas en el aprendizaje. Cuando las metas son demasiado remotas, hay una
tendencia a no hacer el trabajo, en la creencia de que podrá hacerse más tarde; si las metas no
están claramente definidas, el resultado puede ser la apatía y la inactividad.
El logro de una serie de objetivos es la causa principal por la que se planifica la enseñanza.
Ahora bien, esos objetivos deben estar definidos de manera precisa para que sean de utilidad a
la hora de llevar a cabo la planificación. Los objetivos deben definirse comenzando por aquellos
más generales, y a partir de estos objetivos más genéricos ir descendiendo de una forma
coherente hacia metas más concretas. Este proceso requiere coherencia y compatibilidad entre
objetivos.
La identificación de los propósitos que se persiguen en el curso que dará comienzo, es el primer
paso para precisar los objetivos que se quieren conseguir. Los propósitos describen lo que se
espera de los alumnos después de la enseñanza.
Este establecimiento de objetivos debe tener en cuenta la situación de partida y el entorno en
que se va a desarrollar la actividad docente, y se deben establecer previo a la programación de
la enseñanza. El conocimiento preciso de la situación de partida constituye una primera etapa
de la planificación. La realización de una prueba al comienzo de curso permite identificar el nivel
de conocimiento de una clase concreta y las deficiencias en su formación. La adecuada
formulación de los objetivos, de las metas que se intentan lograr, facilitan la programación
docente. A la hora de planificar la enseñanza, la mejor forma de hacerlo es comenzar por los
resultados que se pretenden conseguir, para de ahí, ir descendiendo a niveles inferiores.
La formulación de objetivos es una tarea fundamental dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, pudiéndose distinguir entre objetivos generales y unos más específicos. Dichos objetivos deben estar bien delimitados y darse a conocer a los alumnos. Los objetivos se
necesitan como metas en el aprendizaje. Cuando las metas son demasiado remotas, hay una tendencia a no hacer el trabajo, en la creencia de que podrá hacerse más tarde; si las metas no están claramente definidas, el resultado puede ser la apatía y la inactividad.
El logro de una serie de objetivos es la causa principal por la que se planifica la enseñanza.
Ahora bien, esos objetivos deben estar definidos de manera precisa para que sean de utilidad a la hora de llevar a cabo la planificación. Los objetivos deben definirse comenzando por aquellos más generales, y a partir de estos objetivos más genéricos ir descendiendo de una forma coherente hacia metas más concretas. Este proceso requiere coherencia y compatibilidad entre objetivos.
La identificación de los propósitos que se persiguen en el curso que dará comienzo, es el primer paso para precisar los objetivos que se quieren conseguir. Los propósitos describen lo que se espera de los alumnos después de la enseñanza.
Este establecimiento de objetivos debe tener en cuenta la situación de partida y el entorno en que se va a desarrollar la actividad docente, y se deben establecer previo a la programación de la enseñanza. El conocimiento preciso de la situación de partida constituye una primera etapa de la planificación. La realización de una prueba al comienzo de curso permite identificar el nivel
de conocimiento de una clase concreta y las deficiencias en su formación. La adecuada formulación de los objetivos, de las metas que se intentan lograr, facilitan la programación docente. A la hora de planificar la enseñanza, la mejor forma de hacerlo es comenzar por los resultados que se pretenden conseguir, para de ahí, ir descendiendo a niveles inferiores.