He realizado este estudio prin-
cipalmente desde la perspectiva de la psicología cognitiva, esa ambiciosa discipli-
na que busca descubrir las leyes básicas del pensamiento humano. Mis puntos de
vista se han ido modificando, por supuesto, a través de los años (al igual que los
auditorios a los que me he dirigido), pero mi motivación ha seguido siendo, en
esencia, la misma: conocer en profundidad los procesos y productos creativos, ya
sea que provengan de una dibujante autista (como la sorprendente niña inglesa,
Nadia), de un escritor que sufrió de lesión cerebral (como Baudelaire), o de un
compositor en la cúspide de su capacidad (como Mozart). En esta recopilación
de ensayos presentaré mis ideas actuales sobre el tema, así como muchos de los
pasos que condujeron a ellas.
Uno de mis profesores de la universidad, un hombre brillante pero malévolo,
me increpó una vez: «¿Para qué estudiar la creatividad? Los psicólogos que se
han dedicado a hacerlo son un montón de mediocres flagrantes.» En cierto senti-
do tenía razón, pues el número de individuos que han estudiado el proceso crea-
tivo es desalentadoramente grande en comparación con los pocos que han hecho
un verdadero aporte al tema. Pero mi profesor también estaba equivocado. Los
principales psicólogos, desde William James a Sigmund Freud, desde B. F. Skin-
ner a Jean Piaget, han reconocido, unánimemente, la importancia y el interés
del estudio de los procesos creativos. Todos ellos han procurado explicar cómo
pueden elaborar los seres humanos teorías comprehensivas en el campo de la
ciencia, o crear obras de arte substanciales. Y si no han logrado dar una explica-
ción coherente y convincente de este enigmático asunto, no es porque no lo ha-
yan intentado.
He realizado este estudio principalmente desde la perspectiva de la psicología cognitiva, esa ambiciosa disciplina que busca descubrir las leyes básicas del pensamiento humano. Mis puntos de vista se han ido modificando, por supuesto, a través de los años (al igual que los auditorios a los que me he dirigido), pero mi motivación ha seguido siendo, en esencia, la misma: conocer en profundidad los procesos y productos creativos, ya sea que provengan de una dibujante autista (como la sorprendente niña inglesa, Nadia), de un escritor que sufrió de lesión cerebral (como Baudelaire), o de un compositor en la cúspide de su capacidad (como Mozart). En esta recopilación de ensayos presentaré mis ideas actuales sobre el tema, así como muchos de los pasos que condujeron a ellas.
Uno de mis profesores de la universidad, un hombre brillante pero malévolo,
me increpó una vez: «¿Para qué estudiar la creatividad? Los psicólogos que se
han dedicado a hacerlo son un montón de mediocres flagrantes.» En cierto sentido tenía razón, pues el número de individuos que han estudiado el proceso creativo es desalentadoramente grande en comparación con los pocos que han hecho un verdadero aporte al tema. Pero mi profesor también estaba equivocado. Los principales psicólogos, desde William James a Sigmund Freud, desde B. F. Skinner a Jean Piaget, han reconocido, unánimemente, la importancia y el interés del estudio de los procesos creativos. Todos ellos han procurado explicar cómo pueden elaborar los seres humanos teorías comprehensivas en el campo de la ciencia, o crear obras de arte substanciales. Y si no han logrado dar una explicación coherente y convincente de este enigmático asunto, no es porque no lo hayan intentado.
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